Con una
regularidad apabullante (o sea, cada muchos meses nunca fallo), heme aquí
dispuesto a escribir otra entrada en este blog. Tras unos meses en los que no
encuentro trabajo, me encuentro muy decidido a darle regularidad al mismo, pero
la cercanía inminente de mi segundo hijo y mi contrastada esporadicidad va a
luchar muy fuerte para que no lo consiga. Desde hace unas semanas que pasan por
mi mente varios temas a tocar, desde la vuelta a primera división de los
equipos gallegos (Celta y Depor), hasta Lobezno, castigado personaje que no
puede dar más de sí, pasando por un resumen de la actual situación de Marvel o
por las maravillosas series que nos está dejando el bueno de Robert Kirkman.
Sin embargo, lo que hoy tengo más fresco no es otra cosa que los últimos tebeos
leídos. Llevo un cierto retraso de lecturas de Marvel porque se me quedó
enganchado un número de Nuevos Vengadores (Bendis y Deodato Jr.), y cuando lo
conseguí ya habían pasado unos meses que ahora estoy intentado recuperar a
marchas forzadas. En estas que llego a la etapa pre-AvX (ya sabéis, ese
cross-over donde Vengadores y Patrulla-X se juntan no precisamente para jugar
al parchís), y ahí ando, leyendo esos tebeos justamente anteriores a dicho
evento. Me encuentro con cosas buenas, interesantes, divertidas (Los 4
Fantásticos de Hickman, El Capi de Brubaker y Davis, el final de la etapa Aaron
de Lobezno, los últimos números de los X-Men de Gischler), y algunas incluso
sobresalientes (el Spiderman de Slott o, para mi sorpresa, el Avenging Spiderman
de Wells, incluso con Madureira al timón de los lápices). También me encuentro
algún tebeo de dudosa calidad (el Hulk de Aaron/Portaccio), por ejemplo.
Pero lo
sorprendente, lo que no me esperaba, era el placer de leer el tercer tomo de
Imposibles X-Force de Rick Remender. Me ha dejado absolutamente cautivado,
embelesado. Ya había leído en el último año los dos primeros tomos, y si bien
reconozco que el nivel era bueno, que las tramas eran interesantes, y que era
un tebeo apetecible, no ha sido hasta este tercer libro cuando he disfrutado
del conjunto de la obra con indudable goce. Remender ha sido capaz de hacer una
historia con raíces profundamente ancladas en los años 90, pero ayudado de
personajes de todas las épocas, empezando con el protagonista, Warren
Worthington III, antiguamente conocido como el Ángel y posteriormente
renombrado a Muerte, Arcángel y, ahora… Ángel Oscuro, heredero de Apocalipsis.
Por ahí tenemos a Lobezno, que no puede faltar, a Mariposa Mental, cuya
presencia se me hace indispensable para lo que nos querían contar, Masacre,
para poner el punto de humor en algunos momentos de la historia que necesitan
ser aplacados, o Fantomex, producto del nuevo siglo legado por Morrison. Con
todos ellos, y algunos personajes más (por ahí anda Deathlok), Remender realiza su propia versión de la
Muerte de Fénix, pero cambiando protagonista y con la posibilidad de ahondar
más en las personalidades de cada uno de los caracteres que aquí confluyen.
Sin destripar mucho más, tenemos un viaje hasta la Era del Apocalipsis, donde Remender nos muestra la capacidad que tiene para mover a cada uno de los personajes de manera coherente con lo que han sido a lo largo de los años. Su versión de cada uno de ellos es correcta. Hablan, se mueven, toman decisiones y actúan de manera acorde a sus personalidades. Cada uno de ellos es verdaderamente distinguible de los otros, y cada uno de ellos vive su particular historia dentro de la historia. Este hecho es algo aplaudible cuando vemos que personajes de 50 años de historia se comportan como deben hacerlo, teniendo en cuenta toda su evolución, desde los años más lejanos, hasta los momentos más recientes. Esto consigue una historia creíble, en la que es fácil meterte, y desde luego, en la que terminas sufriendo por el destino de cada uno de ellos. Es curioso que conforme empezaba con los primeros episodios del tomo, se me hacía extraño ver cómo los acontecimientos se precipitaban, y lo que yo pensaba que sería un momento cumbre, Remender en lo convierte en un paso más dentro del nudo de la historia, dejándonos cada vez con más ganas de llegar al desenlace. Y lo que sucede con un personaje, sucede con todos y cada uno de los demás. No hay ninguno que desentone, no hay ninguno que haga algo fuera de lugar. Todos actúan como deberían hacerlo según lo que conocemos de ellos, y con tantos personajes en liza, esto ya es una auténtica victoria. Sin embargo, lo mejor está por llegar. Una vez dejada atrás la visita a la Era del Apocalipsis, magistralmente dibujada por Mark Brooks, nos metemos de lleno en la Saga del Ángel Oscuro. Lo anterior era un mero preámbulo, pero ¡vaya preámbulo! Por medio, muchas situaciones candentes, como el encuentro entre Lobezno y la Jean Grey de la Edad del Apocalipsis (y ya puestos, con el Rondador y con el Dientes de Sable de dicha realidad), o la sorprendente identidad del heredero de Apocalipsis en esta continuidad alternativa.
Hay que
hacer forzosamente un inciso en este momento, porque hay que alabar la
sorprendente labor de Mark Brooks, dibujante de línea clara, estéticamente muy
limpio, con un estilo cartoon y algunas reminiscencias mangas. Con este
currículum, uno no se espera que sea capaz de dibujar una historia que requiere
oscuridad, pero vaya si lo hace. ¡A las mil maravillas! Apoyándose en el
coloreado de Dean White, el resultado final es precioso y efectivo. Un
dibujante al que tenía asociado con las colecciones juveniles e infantiles de
la editorial, nos muestra aquí que el talento solo espera encontrar su sitio, y
que es capaz de adaptarse a lo que le pidan.
Continuando
con Remender, continúa su historia con Warren mostrándonos a un personaje que
sin ser omnipotente (como la Fénix Oscura de la saga con la que comparaba
anteriormente), consigue expresarse como alguien al que hay que temer
verdaderamente precisamente por la cantidad de poder que maneja. Lo curioso es
que ese poder sí que se nos antoja
mensurable, pero al mismo tiempo, imbatible. Warren y sus Jinetes (que ya
fuimos conociendo en anteriores tomos) conjuntan un grupo temible, con una idea
clara, con un objetivo cristalino en mente, y que llegado un momento Remender
consigue hacernos creer que no hay más salida posible que la de aceptar el
destino final. Pero lo más grande del tratamiento del Ángel es que, tanto a
ojos de los lectores, como a ojos de los propios personajes (encabezados por
Lobezno), sentimos lástima por él y deseamos su “cura”, al mismo tiempo que
sentimos asco y deseamos su muerte. Es precioso cómo Remender consigue mostrar
una dualidad tan exagerada de sentimientos con respecto a un mismo personaje.
Es admirable cómo lo muestra tan inclemente, pero a la vez, tan sensible.
Deseas machacarlo y salvarlo al mismo tiempo. Y ese dilema está columpiándose
eternamente en cada página del tebeo. De manera magistral, Remender se apoya en
el resto de personaje para que veamos desde muchos puntos de vista lo que está
sucediendo, pero al mismo tiempo, no deja de romper con la linealidad narrativa
para hacer avanzar la historia hasta un destino presumible, pero que nadie se
atreve a concretar… hasta que se concreta. Aquí llega el momento cumbre, lo que
todos esperan y que, no por anhelado, deja de ser real. Ese momento llega con
unas viñetas obras del portadista, Esad Ribic, que complementa en ese último
tramo la portentosa actuación del magnífico Jerome Opeña, dibujante que ha
sabido narrar desde los momentos más íntimos a los más cruentos, pasando por la
acción desenfrenada y por el humor absurdo de Masacre. Esos momentos finales
son en los que Remender lo borda, ya que sabe aprovechar el actual estilo
de-compresivo de narrar tebeos para deleitarnos con un momento para no olvidar.
Ese momento que veíamos venir desde que se inició la saga y que llega,
contundente, de una manera conmovedora. Remender ha conseguido hacerme un nudo
en la garganta con el final…
Si
terminara aquí este artículo, mi opinión será de haber leído un tebeo de
Matrícula de Honor, pero hay que poner un defecto… y ese defecto puede
emborronar todo. Para mi gusto, sobran las dos últimas páginas. La historia no
las necesita. El Universo Marvel y el de los mutantes, puede vivir sin ese
añadido de 6 viñetas (contando la última de la antepenúltima página). Sobran.
Pero tal vez no le han dejado hacerlo, o tal vez no se ha atrevido él mismo. El
caso es que queda un cabo totalmente abierto y que es el que no permite,
definitivamente, comparar esta saga con la de Fénix Oscura. Pero aún así,
Remender me ha demostrado que conoce de sobra a los personajes, que sabe cómo
tienen que ser interpretados, y que con esa sabiduría saliendo de su mente, el
resto es fácil, ya que solo hay que idear nuevas historias.
Para
acabar este artículo, no puedo más que aplaudir fervorosamente los otros tebeos
que, de casualidad, he leído justo a continuación: Vengadores Secretos del
mismo guionista. Esta vez no busca hacer nada definitivo, esta vez, en esta su
primera saga con estos personajes, busca plantar semillas… pero conforme lo
hace, nos deleita con otro pedazo de historia donde nos acerca a personajes tan
dispares como el Capitán Britania, Ojo de Halcón o el Incorregible Hombre
Hormiga (el personaje de nuevo cuño que más me ha llenado en lo que va de
siglo, dentro de Marvel), y lo hace, nuevamente, a la perfección. Cada uno es
como es, y así nos los muestra. Pero
para esto ya habrá otro día… y sobre todo, para ver las consecuencias del final
del nº20 de Vengadores Secretos de Panini. Lástima que ahora llega el
cross-over, porque esto suena a coitus interruptus ¡sigh!
En fin,
que este guionista acaba de ganarse un adepto más: el que esto suscribe.
No hay comentarios:
Publicar un comentario